Biografía
Ana María Ruiz Rodgers artista colombiana nacida en Melgar (Tolima). Obtiene su título de Maestra en Artes Plásticas con especialización en Pintura en la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá en el año 1.993. Realiza estudios de postgrado en la Universidad Complutense de Madrid, España, obteniendo el título de Experta Universitaria en Educación Artística en 1997. Se ha dedicado a la docencia universitaria desde el año 1995, desempeñándose actualmente como docente en la carrera de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana, alternando esta actividad con el acompañamiento en el aprendizaje de las técnicas de expresión artística y el manejo de estas en procesos de desarrollo tanto a nivel personal como grupal.
En su interés por el fomento del arte y la cultura en Colombia, estuvo a cargo de la Dirección del Centro de Cultura de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, en dónde asumió el reto de crear el programa de Extensión Cultural de la Corporación.
Su producción artística se sitúa en una constante búsqueda de la representación y presentación del color, la naturaleza, el cuerpo, expresando dicha búsqueda en su extensa obra pictórica inundada de oleos sobre lienzo, madera, papel y collages.
Se muestran imágenes que relatan sus experiencias, preguntas acerca de la estructura y geometría que subyace en cada construcción de vida y que puede resonar o no con el universo. Manifestación de la realidad invisible que por momentos podemos capturar en un rayo de sol que penetra la vegetación o en el mover el viento las hojas y susurrar en nuestros oídos su paso. Lo fuerte y lo suave, el contraste que crea tapices de múltiples sensaciones, pinturas, huellas que pretenden detener la mirada de quien lo observa.
Desde el año 2022 he participado en importantes exposiciones colectivas de carácter virtual y en espacios reconocidos como la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Colombia donde se inició la Exposición itinerante "Cavilantes: Experimentaciones discursivas" , además de otros espacios académicos y culturales como el Museo del Barrio en la ciudad de Manizales. Actualmente gestiono otros proyectos colectivos e individuales.
Texto curatorial de la exposición individual
Es con Hendrick Goltzius, dibujante, grabador y pintor del siglo XVII según lo ha señalado Javier Maderuelo, que la noción de paisaje por primera vez se ofrece al acto de contemplar. Goltzius, pintor holandés sería el primero en trazar un paisaje cuyo objetivo primordial es representar estéticamente un lugar. A este nuevo acto moderno que privilegia el acto de la mirada en tanto contemplación, le va a corresponder la experiencia profunda que asume el artista en su compenetración con la naturaleza y su ser. Un ejemplo claro en este sentido sería la pintura de Caspar David Friedrich quien expresaba: “La tarea del paisajista no es la fiel representación del aire, el agua, los peñascos y los árboles, sino que es su alma, su sentimiento, lo que ha de reflejarse”. Una suerte de mediación en la cual el acto de crear se une a la reflexión profunda que se centra en el individuo y su experiencia del mundo.
En 1967 Ernst Cassirer ampliaba el lugar de la contemplación ligándola al hacer de quien realiza la obra:
“puedo pasearme por una comarca y sentir sus encantos; puedo gozar de la dulzura de sus aires, de la frescura de sus aguas, de la variedad y alegría de sus colores y de las fragancias de sus flores. Pero puedo experimentar un súbito cambio en mi espíritu. Comienzo a ver el paisaje con ojos de artista, comienzo a formar una pintura. He entrado en un nuevo reino, en el reino de las “formas” vivas, no de las “cosas” vivas. Ya no vivo en la realidad inmediata de las cosas sino en el ritmo de las formas espaciales, en la armonía y contraste de los colores, en el equilibrio de luz y de sombras. La experiencia estética consiste en este embeberse en el aspecto dinámico de las formas.”
Y es desde esta postura como Ana María Ruiz, aborda el acto de pintar en relación con el paisaje y su contemporaneidad. La mirada al interior que media en su relación con el mundo refiere a las sensaciones, a los espacios temporales que demandan de la artista, un estado de disposición. Son estas las formas de paisaje que la interpelan, las formas del paisaje interior que se descubren en el exterior -señala Ana María- o aquellas del paisaje exterior que resuenan en el interior, “los brotes de una planta que desafían la aparente sequedad de su tronco, el capullo volcado sobre sí mismo que nos promete la belleza de la flor, la luz que acaricia indistintamente un pedazo de tierra, un árbol, un cuerpo.”
La valoración de lo humano encuentra en su obra un equivalente en los procesos mismos que resuenan en lo natural: “Veo similitudes en los procesos interiores del ser humano, la introspección, la resiliencia, la paciencia, las posibilidades de crecer y transformarse, lo que está oculto y bulle con fuerza en el interior, en lo profundo.”
Las obras presentes en este espacio expositivo recogen un cúmulo de experiencias que redundan en el acto mismo de la creación, del hacer que lo fundamenta:
“Los lugares del alma tienen que ver con ese paisaje interior, el lugar en el que encuentro reposo, por ejemplo, con los colores, el lugar donde se presenta una tensión, un cruce de líneas que son posibilidades, los lugares conocidos y aquellos que espero conocer. Reflexiono sobre la belleza que veo alrededor, sobre cómo se manifiesta la vida y lo que me duele de la vida, las ausencias, las pérdidas. No pienso en el arte, ni en las teorías, pero, a veces me llega el recuerdo de una pintura, su color, su pincelada o cómo el artista capturó esa sensación o emoción en su obra.”
Carlos A. García G.